En el claro charco de agua,
las bellas estrellas se bañan.
Tristes, dulces, dormidas,
su reflejo pierden al alba.
Juntas en los rincones relucen
sus destellos de formas
varias,
dibujos estelares de
estrellas,
siluetas que la noche cambia.
Lindezas, maravillas y
bellezas,
que viven en el charco de
agua.
Con estos versos propios,
quiero dar comienzo a una entrada que me remonta a la etapa de mi infancia. Y
es que desde bien niño, siempre he sentido cierta atracción por los reflejos.
En mi cabeza surgían
pensamientos, preguntas y reflexiones difíciles de responder de una manera
lógica para mi corta edad.
-¿Por qué en un charco se veía
reflejada la casa que estaba al lado?
-¿Por qué los espejos nos
mostraban exactamente lo mismo que estaba delante de ellos pero al revés?
Todas estas preguntas se iban
respondiendo solas con el paso del tiempo y gracias a mis profesores de
“Naturales”, que me quitaron esa inocencia sobre el mundo paralelo que existía
al otro lado del espejo, al explicarme la reflexión de la luz sobre los objetos
de material reflectante.
Pero en fin, me quedo con esa
sensación de inocencia que abordaba mi cabeza de manera casi inevitable y que
sentía cada vez que me miraba en un espejo.
-¿Cómo era posible que yo
estuviera delante de mí mismo?
Era un sentimiento que me
fascinaba. Intentaba engañar al espejo haciendo movimientos rápidos, pero no
había manera de hacerle caer en la trampa.
Todo esto os puede sonar a
gilipollez pero eran los pensamientos de un niño curioso que buscaba una razón
lógica para ese fenómeno.
Y me apuesto lo queráis, a que
más de uno de vosotros que me estáis leyendo, hizo en algún momento de su vida
algo parecido.
-¿Quién no se ha arrimado
hasta tocar un espejo con la cara para poder ver si las cosas que estaban a la
derecha y a la izquierda del cristal también se podían ver reflejadas?
Y si, estaban ahí.
-¿Cómo es posible que si no
estaban delante, también se reflejaran?
Seguro que alguno se le ha
escapado una sonrisilla ahora porque sabe de lo que hablo y lo ha hecho alguna
vez, jejeje.
Es por eso que ahora, en mi
etapa de “madurez” (por no decir más bien “inmadurez en su última fase”), me
siguen atrayendo los reflejos. Me gusta recordar esas sensaciones de antaño,
volver a tener esos pensamientos al ver cualquier cosa reflejada, ya sea en un
espejo, en un charco o en un escaparate de alguna tienda….
Es una manera de mantener viva
mi mente.
Así que gracias a la
fotografía nocturna que ahora es lo que me apasiona, he podido reconciliarme
con esos momentos de mi niñez y usarlos para componer muchas de mis
fotografías.
En la noche, se pueden
apreciar bellísimos reflejos tanto en los cristales de las ciudades, como en
las luces sobre el mar.
Me gusta poder meter un
reflejo en algunas de mis fotografías porque son como puertas hacia un mundo
paralelo al nuestro, un portal hacia otra dimensión con nuestras mismas
características pero al revés de lo que percibimos.
¿Quién no ha pensado alguna
vez en cruzar al otro lado del espejo o introducirse a través de un charco para
ver la vida desde el otro lado?
Yo sin duda, si pudiera
hacerlo, ya lo habría hecho. Igual sería una manera de ver las cosas con más
optimismo y de una manera diferente.
Pero por desgracia, esto no es
posible, así que me toca seguir recreando esos mundos en mi mente y a poder ser
en algunas de mis fotografías.
Hoy os voy a enseñar dos
fotografías en los que aparecen esos reflejos que tanto me gustan. Tengo
muchísimas más de esta categoría, pero quiero enseñaros dos que me encantan, no
porque sean unas fotos buenísimas, que no lo son, sino porque representan esos
sentimientos míos de los que os he hablado.
Son dos fotografías diferentes
en las que aparece el mismo charco, reflejando lo que hay en el cielo.
La primera está realizada
mirando al este, para reflejar las estrellas que había esa noche. Aproveché el
paso de un coche para que saliera reflejado también y le diera más vida a la
foto.
La segunda, está realizada
mirando al oeste, sacando el mismo charco,
pero esta vez reflejando esa Luna a la que tanto adoro.
Espero que os gusten las
fotografías, o al menos podáis ver en ellas esos sentimientos y pensamientos
que he decidido compartir con vosotros.
¡Nos vemos en la próxima
entrada amig@s!
Un abrazo.
(Click en las imágenes para ampliarlas)
El charco
El baño de la Luna